a plaza adornada
con una fuente pintoresca. De arquitectura muy clásica, tiene
las columnas dóricas así como las pilastras
corintias que les gustaban mucho
a los griegos antiguos. Sólo una de sus torres está
acabada completamente, lo que da al conjunto este aspecto
desequilibrado muy característico. A los aficionados a
Saint-Sulpice les gustan los tres cuadros de Delacroix que adornan sus
paredes interiores, entre los que el famoso Saint-Michel que vence el
Dragón. Intenten una
experiencia histórica, casi mística, si visitan
Saint-Sulpice hacia mediodía en el solsticio de invierno.
Observen el rayo de luz solar que procede de un pequeño
agujero situado en la ventana alta del crucero meridional y que,
como un estrecho laser, viene a tocar el obelisco instalado un
poco más lejos al norte. La experiencia sólo dura algunos
momentos pero se reproduce desde hace décadas. El constructor de
órganos Cavaillé-Coll fabricó en esta iglesia uno
de sus más famosos instrumentos. No se olviden de ir de
tiendas en la calle Bonaparte, muy cerca de la plaza
Saint-Sulpice.
